"Cambio de vestidos"
La dueña de aquella boutique de la ciudad de Buenos
Aires, se encontraba nostálgica.
Recordaba las épocas donde había más ventas, y con ellas, más mujeres en el
negocio deseosas de ponerse lindas... y con todo lo que esto
conlleva...risas...sugerencias para el lavado de las prendas, relatos de
felicidades pasajeras, algún que otro chisme...
Cerca de las 19.30 hs. de aquel día de verano, Betty, la dueña, harta de tanta
nostalgia que la estaba llevando al llanto por ver el negocio vacío se disponía
a cerrar hasta el día siguiente, cuando quizás apareciesen las viejas
clientas...quizás...
Pero fue en ese preciso instante cuando aparecieron casi a la vez, dos antiguas
clientas. Se acercaban caminando por lados opuestos en la acera, una venía
desde la izquierda, la otra desde la derecha.
Entró primero, con más ímpetu la clienta que venía desde el lado derecho de la
acera.
“-Ah, ¡qué alegría!- pensó. Se trataba de Claudia. Claudia ahora contaba con
treinta y dos años de edad. Las diferencias que notó Betty eran que su cabello
estaba más descuidado que antes y que lucía " a cara lavada", es decir,
sin maquillaje. Traía una caja de tamaño mediano entre sus brazos.
La otra clienta era Ana María, señora de cuarenta y cinco años en el momento
aquel. Se la veía como siempre, como en los tiempos en los cuales frecuentaba
la boutique.
“- ¡Anita! " - pensó con cariño Betty. Por ambas sentía un gran aprecio...
¡tantos años como clientas!, ¡tantas conversaciones de mientras se concretaban
las operaciones comerciales! Ana María también traía un paquete envuelto con un
moño.
Betty se dispuso a atender a Claudia, quien había llegado primero. Ana María se
dispuso a esperar su turno respetuosamente.
Iba Betty a dar el saludo correspondiente a cualquier inicio de una
conversación formal...pero Claudia empezó a hablar primero.
- Quiero devolverte en parte de pago este vestido violeta floreado de falda corta.
Lo he usado, ¡si supieras!, aunque como vos sabés que cuido tanto la ropa, luce
como nuevito. Ahora quiero un vestido de novia.
Betty se quedó asombrada. Se trataba de un pedido raro. No se hacían esos
tratos comerciales en su negocio y, además, " ¿Claudia sentar cabeza?”.
En catarsis dijo Claudia:
- No quiero ya estar bailando por ahí, en noviazgos informales, he conocido a
Marcos y con él quiero pasar el resto de mis días. Me arrepiento de haber
perdido tantos años de mi juventud dorada pasando de brazos en brazos.
Antes de reaccionar el cerebro de Betty en busca de respuesta a aquello,
irrumpió en llanto Ana María, la otra clienta.
Así se expresó Ana María:
- Quiero, Betty, devolverte el vestido de novia que te compré a los diecisiete.
Acá lo tenés. Me divorcié y ahora quiero un vestido juvenil para vivir mi
juventud guardada en un baúl. Quiero vivir esa etapa salteada por estar dando
de amamantar.
Hubo un momento de silencio interrumpiéndose, de tanto en tanto, por sollozos
de Ana María, la dama de cuarenta y cinco. Fue entonces, cuando Claudia, la
dama de treinta y dos empezó a abrir su paquete de forma desesperada, casi
furiosa. De allí salió el precioso vestido violeta floreado, por encima de la
rodilla. Ana María posó su mirada en él...y sus sollozos iban
muriendo...Entonces, esta dama de cuarenta y cinco, con manos temblorosas, casi
con miedo, casi con reproche, abrió su paquete. Claudia de un brinco sacó su
contenido, el cual, tal como había dicho Ana María, era el hermoso vestido de
novia que nunca pasa de moda. Se le agitaba el pecho de la respiración
acelerada.
- Te lo cambio por el mío- le dijo a Ana María. Ahora el brinco hacia el
vestido violeta, floreado y corto, lo dio Ana María.
Ignoraron la presencia de Betty y las dos se retiraron silenciosamente del
local.
“- No, no me dejó ninguna ganancia"- pensó.
Al día siguiente la antiquísima, fina y tradicional boutique de Buenos Aires de
la calle Santa Fe, dejó de llamarse " Betty" para pasar a llamarse
" Fenómenos humanos".