sábado, 7 de marzo de 2015

Felices, según el longevo y el veinteañero

      Pregunté al veinteañero qué significa la felicidad.
Haciendo uso de su vigor juvenil y su formación cultural, respondió:
     - Ser como Teodorico II, rey de los godos, que mató a Turismundo y se quedó con toda la gloria para matar a los campesinos. ¡ Insurrectos! ¡ Atrevidos! Ya van a ver querer la gloria siendo pobres . . .
 O como San Martín, que cruzó los Andes y gozo de algo tan tierno como Remedios. Cuando la mina empezó a molestar y vino a donde él estaba en carruaje enferma, la mandó de vuelta a su lugar de origen por putita.
Como Pizarro, Cortes y Colon que se llevaron el oro . . . Eso es felicidad.
Tomó la palabra el anciano, ya le quedaba poco . . .
- La felicidad es amar a tu esposa y cuando la despidas en el ataúd, decirle: "Vieja, yo nunca te cuernee". Trabajar menos para tener tiempo libre para mi hijo. Le hubiese de dar menos juguetes caros, pero más de mi corazón.
Y con mi jubilación aminorada, comprarle a la vieja un gran ramo de rosas, aunque comimos más arroz. Eso lo hice. Eso lo concrete. Fui feliz. Y por honor a la felicidad, dejarme morir cuando hube enviudado, porque vida significaba ella.Y  qué importa si se encamo con el farmacéutico, ¿ acaso no era más sabio que yo y le dedicaba más tiempo? Si yo la agarré a los diecisiete para el casorio, teniendo yo cuarenta.

lunes, 2 de marzo de 2015

Pugna por sus manos

Ella, en su vejez, pugna conmigo para tener su cariño.
Siente que salió de vientre y ahora descansa en el mío.
 Ese vientre de donde salió él y el mío, donde germinará su descendencia.
Su dolor me desliza una lágrima en el pómulo.
Esa misma lágrima que ella secó de él, cuando se caía de la bicicleta a los seis años.
 Ella sufre con la pérdida relativa.
Yo gozo con la ganancia.
Pero lo que ella no sabe, es que esta rival, con la que pugna por sus manos, le cambiará los pañales en una ancianidad postrera.
Somos, mi suegra, su hijo, y yo . . . la que acepta la pugna.