sábado, 16 de noviembre de 2013

El perfume de la fortuna

ÉRASE UNA VEZ UNA SEÑORA JOVEN QUE TENÍA MUCHA COMPETENCIA CON SU MARIDO, ES DECIR, MUCHAS MUJERES SE LO CODICIABAN. A LA HORA DE LA INTIMIDAD ELLA SABÍA QUE LO QUE PODÍA LLAMAR TANTO LA ATENCIÓN ENTRE SUS COMPETIDORAS PODÍA SER EL OLOR A SUAVE TRANSPIRACIÓN DE SU CUELLO, ESPALDA Y HASTA FAZ.
ERA UN OLOR ENLOQUECEDOR. DESPERTABA FENOMONAS.
TOMÓ PUES, UN EXTRACTO DE ESA TRANSPIRACIÓN Y CON AYUDA DEL FARMACÉUTICO DE LA ESQUINA QUE SABÍA DE QUÍMICA FABRICARON UN PERFUME. ERA EL PERFUME CON ESE OLOR TAN ESPECIAL.
SE LO VENDIÓ A SUS COMPETIDORAS POR AÑOS.
AÚN HASTA DESPUÉS QUE FALLECIÓ SU MARIDO: IBA AL CEMENTERIO, ABRÍA EL NICHO Y CONTINUABA SACANDO EXTRACTOS.

¿ Dónde estás, amor de mi vida, ahora que te pude encontrar?

¿ Dónde estás, amor de mi vida, ahora que te pude encontrar?
Me despierto sobresaltada. Tarde. Inexplicablemente tarde, aunque quizás sea porque estuve soñando en paz.
Pero no te siento a mi lado en mi cama.
¿ Dónde estás, amor de mi vida, ahora que te pude encontrar?
¿ Has ido a otro mundo quizás, para al lado de Dios estar?
¿ Dónde estás amor de mi vida, ahora que te pude encontrar?
¿ Al lado de la rivera, donde tus cenizas me hiciste volcar?
¿ Dónde estás, amor de mi vida, ahora que te pude encontrar?
Pero miro el perchero y me tranquilizo, pues tu santa vestimenta que cubre tu cuerpo para trabajar, no está.
¡ Ahí estás, amor de mi vida, ahora que te pude encontrar!
Trabajando, para a casa el pan llevar.