5 de febrero de 2010
5 de febrero de 2017
En siete años viví la historia de amor que un hada, mi mamá fallecida, me envió desde donde está.
No todo fue rojo de felicidades. Pero , como pocas personas saben
hacer, transformé el problema gris en amarillo, y lo lavé tanto, que ha
blanqueado.
Me llaman la lavandina.
La mayoría del tiempo, la paz de mi espíritu, hizo que me sintiera
feliz , con el objetivo cumplido de haber encontrado mi amor de mi vida,
y entonces, como ya no deseaba seducir a nadie y sé que mi esposo me
ama así sea una ballena, comí todo lo que quise y digerí con alegría.
Subí veinticinco kilos desde el día del casamiento. Algo que no me
aflige en absoluto, y a mi esposo, menos. Porque quien te ama, te ama el
alma y no el cuerpo. Y como me ama mucho, eso le hace verme lindo el
cuerpo también. Siempre me dice " Qué tetas maravillosas. Mira lo que
son ( perdón. Somos adultos) ." Hasta hace una semana me saca fotos sin
ropa.
Es porque me ve bella, gente. Aunque haya engordado.
Y eso
me dice mucho de él. Que es un ángel. Creo que sí. Nadie tan valiente
ni fóbico a la corrupción como él. Es sencillo. Hemos comido fideos y
también pavita con acelga. Hemos vacacionado en Junin y también en
México y por un poquito no nos fuimos a Berlin. O sea, el matrimonio es
abundancia y escasez, problemas que se lavan con la lavandina del amor y
felicidades .
Y paz.
De esa que te dice que sabes que la vida te dio la persona correcta.
Y esto sigue....El camino recién empieza. Siete años es nada.
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